lunes, 9 de mayo de 2011

Estamos cansados de vivir la impunidad, la injusticia, la desesperanza, la violencia y las muertes de una guerra que no elegimos.

Palabras de Don Raúl Vera
durante la Marcha de adhesión
a la Marcha Nacional por la Paz,
con Justicia y Dignidad para México,
realizada en Saltillo, Coahuila
Estimadas hermanas,
Estimados hermanos,
Nos sumamos a la convocatoria hecha por Javier Sicilia a
una Marcha Nacional en silencio por la Paz, con Justicia y
Dignidad para México. Quienes estamos aquí, lo mismo
que quienes están reunidos en otras ciudades, o quienes
marchan a esta misma hora, en la ciudad de México, nos
hemos convencido de que estamos cansados de vivir la
impunidad, la injusticia, la desesperanza, la violencia y las
muertes de una guerra que no elegimos. Estamos aquí
porque hemos decidido aunar fuerzas y sentirnos la unión
entre nosotras y nosotros. Estamos aquí porque nos
interesa nuestro país y queremos recuperarlo.
El término silencio en esta marcha significa que no
lanzaremos consignas durante ella. Javier Sicilia nos ha
invitado a contemplar el camino que nos lleva a recuperar
a nuestro país. Recuperarlo para nosotras mismas y
nosotros mismos, para que sea una patria en donde todos
vivamos amándonos, respetándonos y sirviéndonos
recíprocamente. Esto significa vivir en Paz. No la Paz de
los sepulcros y de los muertos; de los enmudecidos por el
terror y el miedo. No, esa no es la Paz que queremos.
La Paz que buscamos se construye diariamente con la
eficacia de nuestras instituciones, mismas que deben
garantizar Justicia y Dignidad para todos los pobladores de
esta tierra a la que tanto queremos. La Paz surgirá de la
atención a cada persona, a cada individuo, y del progreso
de todo el conjunto de los mexicanos articulados por la
honestidad, por la valoración que cada una de nosotras y
que cada uno de nosotros, hagamos de la Dignidad de las
demás personas. La Paz se construye cuando con nuestra
convivencia responsable se garantiza a la niñez y a la
juventud un futuro provisorio, con educación, con salud,
con familias que les protegen y que les ofrecen la apertura
y el calor que todo ser humano necesita para constituirse
como una persona segura.
La Paz se alcanza cuando a las trabajadoras y
trabajadores se les garantizan condiciones laborales que
obedecen a su dignidad con salarios justos, condiciones de
trabajo seguras, con el respeto a sus sindicatos y a los
derechos laborales reconocidos no sólo en la legislación
mexicana, sino en el derecho internacional. La Paz se
construye cuando las instituciones de un país se
conforman a través de ciudadanos honestos y
responsables de cumplir las leyes que garantizan el
establecimiento del derecho en toda la estructura
nacional. La Paz se construye cuando toda la ciudadanía
de México nos hagamos responsables de que los derechos
humanos de todos los habitantes de este país, son
promovidos y respetados.
La Paz que tanto anhelamos en estos momentos se ha
perdido por la escisión que existe en nuestras
instituciones penetradas por la corrupción de sus
integrantes; por la búsqueda de intereses muy ajenos a la
Justicia y al Derecho, y al bienestar de la ciudadanía; la
Paz se ha perdido por el abandono y la desatención en la
que estamos viviendo la mayoría de los mexicanos; la Paz
se ha perdido con la falta de vocación política de quienes
están en la función pública; la Paz se ha perdido porque el
sistema político se ha puesto al servicio de un sistema
económico voraz, que crea personas ansiosas de lucro,
que quieren acumular ganancias a cualquier precio,
pasando por encima de la propia Dignidad y de la
Dignidad de sus semejantes; la Paz se ha perdido porque
los ciudadanos, ante esta situación de abandono y de
desatención de parte de las instituciones que deberían
garantizar nuestro progreso, hemos optado por la
enajenación, o lo que es peor, nos hemos hecho
colaboradores de los sistemas corruptos en búsqueda de
las migajas que se nos ofrecen, sea porque acompañamos
con nuestro voto o nuestro silencio, la corrupción de las
instituciones públicas, o sea porque aceptamos colaborar
con el crimen organizado.
El silencio con el que nos proponemos acompañar la
Marcha Nacional nos debe ayudar a buscar los caminos
que a corto, mediano y largo plazo, nos ayuden a
reconstruir nuestro país. En primerísimo lugar debemos
rehacer el tejido social, debemos reubicarnos desde
nuestra conciencia ciudadana, como personas
responsables de la construcción de la historia de este gran
país. Y también tenemos que buscar los caminos que
conjuntamente y con la participación de todas y de todos,
nos conduzcan a recuperar la honestidad, la eficacia, es
decir, el óptimo funcionamiento de las instituciones
públicas y privadas, de las que se sustenta la vida de la
sociedad mexicana.
Quienes creemos en Dios, desde nuestro propio credo,
debemos pedirle que nos ilumine, que nos dé fortaleza, y
que nos dé perseverancia para recorrer el largo camino
que nos espera para recuperar a nuestro país; quienes
creemos en Cristo, Salvador del Mundo, con la fuerza de
su Resurrección, tomemos conciencia de que su Espíritu
nos ha constituido profetas, robles de Justicia, pobladores
de tierras desoladas, y reconstructores de ciudades
vertidas. Quienes profesamos la fe católica recordamos en
estos momentos, el emblema que tomó en sus manos el
Padre de la Patria, don Miguel Hidalgo y Costilla, para unir
a México. Me refiero al estandarte de la Santísima Virgen
de Guadalupe, con el que él quiso dar a entender que ella
estaba con su Pueblo. Hoy quienes tenemos esa fe,
también creemos que ella está en estos momentos con su
Pueblo y que nos acompaña y anima en el largo sendero
que tenemos que recorrer para garantizar para México la
Paz, con Justicia y Dignidad.
Que Dios nos bendiga a todas y a todos en esta Marcha.
Fr. Raúl Vera López, O.P.
Obispo de Saltillo
Domingo 8 de mayo del 2011

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