Patricia Chandomí.- A pesar de que hoy, hombres y mujeres comparten el rol de proveedores, no se ha generado un cambio similar en la redistribución de la carga de tareas domésticas, de acuerdo a la Encuesta del uso del tiempo realizadas en México, los hombres dedican
en promedio 9.5 horas semanales al trabajo doméstico y las mujeres 42.5.
Las mujeres son siempre las encargadas del trabajo doméstico, sean amas de casa o
trabajen remuneradamente, las mujeres mexicanas que realizan trabajo extradoméstico
tienen una carga semanal de trabajo doméstico de casi 34 horas.
Existen importantes difererencias: en las zonas rurales, las mujeres dedican 43 horas
semanales al trabajo doméstico, mientras que en las zonas urbanas casi diez horas
menos.
La inserción de las mujeres al mercado de trabajo se ha incrementado constantemente en las últimas décadas, actualmente, la tasa de participación laboral femenina en México corresponde a un 45 por ciento frente a un 81 por ciento para hombres.
La Organización Internacional del Trabajo señalan que las tasas de participación son
más altas para las mujeres jóvenes, en plena etapa reproductiva y una mayor carga de
cuidado infantil, llegando a un 55 por ciento para aquellas que tienen entre 25 y 34 años.
El masivo ingreso de las mujeres a la fuerza de trabajo responde, por una parte, a las
necesidades de los hogares de contar con el aporte económico de la mujer y, por otra, al
nuevo papel de la mujer en la sociedad.
Esta mayor participación laboral ha tenido efectos importantes para la economía nacional,
la disminución de la pobreza y el bienestar de los hogares, así como para la autonomía
personal de las mujeres sostiene un reporte del Instituto Nacional de las Mujeres.
En las zonas urbanas, los niveles de pobreza de los hogares biparentales son mucho
mayores cuando la cónyuge no tiene ingresos propios (35%) que en aquellas en las que
el cónyuge aporta (26%).
Los procesos de integración a la economía internacional y la nueva organización del
trabajo y la producción han llevado a un aumento en la inseguridad e inestabilidad de los
empleos. Se han creado nuevas oportunidades laborales para las mujeres, pero en una
gran proporción la calidad de estos empleos es deficiente.
El peso de la economía informal ha aumentado y las mujeres mexicanas se encuentran
en una situación de desventaja: en zonas urbanas, el 49 por ciento de ellas trabaja en
sectores de baja productividad, frente al 40 por ciento de hombres.
La necesidad de equilibrar el tiempo destinado al trabajo con las responsabilidades
familiares es uno de los factores que explica la concentración de mujeres en empleos
informales y a tiempo parcial, a menudo mal remunerados y precarios.
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